Pasó la primavera de mi vida y sigo enamorado...

Pasó la primavera de mi vida y sigo enamorado...
"la justicia es ciega, pero no tonta"

jueves, 25 de marzo de 2010

Un doctor muy afamado...


Un doctor muy afamado –no diré el nombre por respeto- con una cantidad de premios y distinciones en su especialidad; Vicepresidente de yo no se cuantas entidades ilustres, entre ellas la egregia casa que lleva por nombre la Diosa de la Cultura; con yo no se cuantos pregones a su espalda (bien ancha en proporción con su altura de 1,80), fue el encargado de pronunciar, este año, uno de los pregones más prestigiosos que se celebran en Sevilla –no diré la Hermandad que lo organiza por respeto-….
¡y qué Pregón, pronunció el eminente galeno! –Señores- era para estar allí, bajo ese marco incomparable…no tengo palabras para definir esa puesta en escena al subir al atril; la forma impasible y mayestática de dirigir la mirada al respetable auditorio y hacerse con el público; el rosario de plata asido fuertemente a su mano que cabalgaba de una a otra con transida devoción; esos ojos extasiados como los del Cristo de la –me callo el nombre por respeto- que miraban al cielo para romperlo en cada estrofa con un ¿clamoroso aplauso?; esa prosa fluida aluvionada de requiebros que calaba y más bien arañaba las entrañas del rendido corazón –que en encomiable estado de penitencia- lo escuchaba con paciente educación; ese verso…ese verso…ese verso –antológico- primorosamente escogidos de los ripios más floridos de la casa de la pradera…sorbidos de las mejores fuentes del romancero cofrade, que supo dibujar sobre el albero de la noche con el traje de luces de su valiente y cadenciosa voz…
Pero lo que más impresionó al auditorio presente, fueron sus gestos; el amplio espectro de sus delirantes aspavientos; sus brazos en cruz sobre el pecho –digno de las más grandes emperatrices de la tonadilla; sus brazos extendidos acompasando el punto más álgido de cada poesía, rematada por la descomposición de su semblante implorando al cenit y la vuelta al ruedo que abrochaba su faena en medio de la ovación. Nunca un actor con su público llegó hasta el extremo de dicha comunión y para muestra baste un botón como el que dirigió de manera improvisada al Sr. Hno. Mayor de una archiconocidísima Hermandad –que por respeto no diré el nombre- después de dedicarle unos majestuosos versos, en este tenor: “Manolo, ¿a que no te esperabas esto?...¡impresionante!

Y ya en el paroxismo de la ensoñación, cuando el público rendido ante su exquisita evidencia, no sabía como reposar por más tiempo sus posaderas en el asiento –después de más de hora y media de innegociable alocución-vino el anhelado: HE DICHO. No había visto disfrutar a un pregonero más en mi vida. Doy fé.
Vuestro amigo, el Zorro.

1 comentario:

  1. Joder Zorro, al final no dices lo mejor, el nombre.
    ¡Al final me gusta más leerte cuando quieres hacer amigos!
    Un abrazo

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la guarida del ZORRO

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